Tonga Soa Madagascar
Dicen que las mejores historias empiezan en un tren y el tren de la selva fue el anzuelo que atrapó mi curiosidad y el deseo de viajar a Madagascar. Un viejo tren raído y lento que parece haberse descolgado por el túnel del tiempo igual que el resto de Madagascar. Una isla extraña y maravillosa perdida en medio del océano índico. Un laboratorio gigantesco lleno de seres extraordinarios pero donde es fácil comprobar el terrible daño que el hombre es capaz de causar a la naturaleza.
Un país de gentes dignas y acogedoras que se sienten honradas de posar para tu cámara. Aquí lo niños se divierten arrastrando una vieja garrafa de plástico y los jugadores mejor pagados tienen forma de chapa. Una isla donde los pescadores Vezo se echan a la mar atravesando un cuadro pintado por Sorolla y donde los más pobres buscan oro entre barros amarillos. Un lugar donde relojes sin tiempo marcan el ritmo de las zambullidas y donde montar en bicicleta, se convierte en una postal de paraíso. En Madagascar la dura vida está plagada de sonrisas para sobrevivir.
Así es Madagascar, un paraíso herido del que te vas a enamorar sin remedio…